Rehabilitan al mexicano "Tiburón Negro"
Un accidente automovilístico en su México natal cuando tenía 18 años de edad, dio inicio a siete años de desventuras inenarrables de Jesús Sergio Valencia Mendoza, quien se encerró a cal y canto en una habitación, para después, como Ave Fénix, resurgir de sus propias cenizas y convertirse en "El Tiburón Negro", quizás el nadador discapacitado más grande de todos los tiempos.
Pletórico de esperanzas, con esa voluntad de hierro que es hoy denominador común de su vida, lo encontramos ahora con 41 años en las instalaciones del CIREN, institución cubana líder mundial en la Restauración Neurológica.
En el accidente, mientras viajaba por la carretera que conduce de Ensenada a Tecate, cercana a la frontera con Estados Unidos, Jesús Sergio sufrió la sección parcial de la médula espinal que le provocó una paraplejia: ausencia de los movimientos voluntarios de los miembros inferiores.
Su médico de cabecera en La Habana, el doctor Francisco Araújo Suárez, neurólogo jefe de la Clínica de Afecciones de la Médula Espinal, Neuromusculares y Esclerosis Múltiple del CIREN, quien dirige el grupo multidisciplinario que ofrece atención a "El Tiburón Negro", considera que la lesión sufrida por su paciente se inscribe en dos tiempos.
El momento del traumatismo causado como consecuencia del accidente, al que se agregó lo que califica de "un segundo elemento agresivo", porque Jesús Sergio, encontrándose lesionado, colaboró en el auxilio de sus amigos accidentados. "A una lesión primaria se sumó otra", considera el especialista.
En busca de los recuerdos
Para poder comprender cabalmente esta historia, signada por el dolor y hasta por la vergüenza que no ocultó al confesarme que "intenté incluso contra mi propia vida", debe aceptarse que "El Tiburón Negro" es otro hombre, y que Jesús Sergio Valencia es apenas un recuerdo triste, superado y trascendido por las ansias renovadas de luchar y de vivir.
Jesús Sergio nació el primero de septiembre de 1959 en la isla mexicana de Cedros, situada en el litoral noroccidental de la península de Baja California, frente a la amplia bahía de Sebastián Vizcaíno. Es una isla alargada, con 38 kilómetros de longitud máxima, frecuentemente cubierta por densas neblinas y bañada por las aguas del Océano Pacifico.
En esos bucólicos entornos Jesús dio sus primeros pasos y también aprendió a nadar cuando tenía apenas 5 años, bajo la amorosa mirada de sus amantísimos padres y un abuelo que era buzo, y en su memoria histórica anida una infancia llena de visiones marinas, con lanchas de pescadores regresando en los atardeceres, y del abulón y el caracol marino que se capturan en las costas de esa región. En Cedros transcurrieron también sus primeros años escolares.
Después, cuando cumplió los 9, sus padres se trasladan a Ensenada, cabecera municipal de la Baja California Norte, "donde hemos hecho toda nuestra vida". Había cursado la secundaria y la preparatoria y, con 18 años, se encontraba estudiando un técnico en Administración de Empresas, cuando una noche mientras viajaba hacia un rancho con cinco amigos el automóvil se volcó.
"Cuando me fui a levantar -recuerda-sentí que tenía mucho dolor en todo el cuerpo. Ayudé entonces a sacar a mis amigos del auto y, en los alrededores, encontramos un cobertizo donde nos cubrimos de paja para resguardarnos del frío. Transcurrieron unas 12 horas hasta que vino a recogernos la ambulancia. Me acuerdo que la enfermera dijo, refiriéndose a mí: hay que romperle las botas, cortarlas, porque tiene los pies muy inflamados".
Jesús estuvo bastante delicado, con una hemorragia interna. Y dice que después de la operación que le practicaron estuvo 20 días inconsciente. "Al volver en mí tenía puesto un corsé enyesado".
Treinta días después de la primera intervención quirúrgica volvieron a operarlo, "para fijarme la columna con alambres de platino". No tenía entonces control de sus esfínteres "y ninguna sensibilidad en mis dos piernas".
Un comentario oído al azar fue lo que hizo a Jesús Sergio, según propia confesión, "volver a situarme en la realidad". El especialista que lo atendía dijo a su madre: "Señora, pudimos salvarle la vida a su hijo, pero nunca más podrá caminar".
Al recordar ahora aquellas palabras, dice, son capaces aún "de taladrarme el alma".
En ese justo momento se inició su profunda depresión. Lloraba. Sentía como si la vida se le hubiera acabado, y no aceptó otra alternativa que encerrarse durante siete largos años en una habitación.
"Un día me dispuse a intentar contra mi vida. Mi madre, siempre pendiente de mí, se percató de esa obsesiva idea... no, más bien lo presintió. Quebró una de las ventanas de mi cuarto y entró por ella, para decirme como en susurro: Si quieres quitarte la vida, primero mátame a mí, porque no podría concebir la vida si tú te mueres".
Fue ese el preciso instante en que nació "El Tiburón Negro".
Con "El Tiburón Negro"
Corría el año 1985 cuando se produce el "nacimiento" de "El Tiburón Negro". Dieciséis años después, al comienzo del siglo XXI, este hombre admirable recuerda aquel día como extraordinario, "porque llegó a mi vida la paz y me renació la ilusión de vivir, de luchar, de entrenar, y dar paso definitivamente a ese proyecto maravilloso en que se convirtió "El Tiburón Negro".
"Tiburón, ese personaje que fue desarrollándose en mí de manera paulatina, le vino a dar a mi vida todo lo bello que tiene hoy", afirma convencido.
Fue un hermano suyo, Marcos Valencia, quien lo alentaría después, cuando comenzó su entrenamiento en el mar, a que continuara el proyecto de "El Tiburón Negro" y diera definitivamente vueltas a la hoja de su encierro de siete años en una habitación.
¿Por qué el nombre de Tiburón, un animal tan temido con fama de cazador implacable y asesino de los mares? Tiburón y, además, negro...
Con el océano Pacífico enfrente, eran los años en que se mantenían vivas en Ensenada las llamas encendidas por el escritor Peter Benchley, que supo inspirar terror a millones de espectadores y estigmatizó a los tiburones como los demonios de las profundidades marinas con su best-seller Tiburón y como coautor del guión de la película del mismo nombre filmada por Steven Spielberg.
"La película había causado tanto impacto -rememora "El Tiburón Negro"-- que muchas personas incluso se alejaban de la playa. Fue entonces cuando me nació la idea de convertirme en un Tiburón, pero no como un animal asesino, devorador de gentes, sino con el propósito de llevar a mis semejantes un mensaje de salud, de lucha indeclinable ante la adversidad, y, sobre todo, de esperanza. Y como hay tiburones de diferentes colores, pero ninguno negro, decidí convertirme en un Tiburón bueno y ser de una especie diferente, única. Me convertí entonces en El Tiburón Negro.
"Mi forma de nadar, sumergido, con visor (máscara) y snockel, se asemeja un tanto a la forma en que nadan los tiburones", dice.
En la actualidad Tiburón acumula una cifra impresionante en nado a mar abierto: 7 800 horas.
Entre sus muchos récords se encuentra haber atravesado el Estrecho de Gibraltar, que conecta el Mar Mediterráneo con el Atlántico, por un tramo marítimo de 27 kilómetros. En la travesía invirtió 6,40 horas, el tercer mejor tiempo entre los 43 nadadores que pudieron atravesar esas turbulentas aguas desde 1817 hasta 1989, cuando "El Tiburón Negro" realizó la proeza. Ostenta además el record de ser el único discapacitado que lo haya logrado.
Recuerda que antes del cruce estuvo entrenando durante seis semanas con el francés Henry Mandollini, a quien le reconoce su saber y la confianza que depositó en él, y dice que los últimos 50 metros del cruce, antes de tocar suelo marroquí, los nadó con una sola mano y la bandera de México en la otra.
"Nunca había sentido el fenómeno atmosférico que prevalece en el Estrecho de Gibraltar: vientos entre 45 y 55 kilómetros por hora. Hago 82 brazadas por minuto y jamás había permanecido en una misma zona sin poder avanzar como en esa travesía".
Ciencia y calor humano en el CIREN
Fue luego de un programa de TV al que asistía "El Tiburón Negro", invitado para dar a conocer su exitosa carrera como nadador, cuando conoció a la representante del CIRENen México y tomó la decisión posterior de viajar a la afamada institución cubana.
La práctica cotidiana de la natación en estos últimos años ha convertido a Tiburón en un atleta de excepcionales condiciones físicas, contribuyendo a una verdadera autorrehabilitación. Ha logrado a pura fuerza de voluntad y prácticamente solo, apoyándose en los bastones y con ortesis en sus miembros inferiores, desarrollar un patrón de marcha a saltos. Camina a saltos con los bastones.
El grupo multidisciplinario que lo atiende en el CIREN le ha diseñado una estrategia neurorrestaurativa dirigida a que su patrón de marcha se convierta en funcional, lo más cercano posible a la marcha fisiológica, lo que en gran medida contribuirá a mejorar su calidad de vida, psicológica y socialmente.
A las dos semanas de su ingreso, Tiburón, que llegó aquejado también de una "micción imperiosa" (una sensación inminente de orinar que no superaba la media hora), logra micciones más espaciadas y con mayores volúmenes cada vez.
No sin orgullo y con destellos de felicidad, "El Tiburón Negro" reconoce que "desde que estoy en el mar me han dado unas ganas enormes de vivir, me siento libre como cualquier pájaro, o como un ser humano sin limitaciones físicas"
Del excelente trato, del saber científico y del calor humano que recibe en el CIREN se siente admirado el Tiburón. Y refiere que los especialistas de la Institución le han asegurado que "voy a mejorar sensiblemente mi manera de vivir, voy a corregir mi patrón de marcha con los bastones".
Este hombre valeroso y tenaz se niega, sin embargo, a abandonar el sueño de que volverá a caminar. "Seguiré luchando para que quizás un día "El Tiburón Negro" pueda ser tan libre en la tierra como lo es hoy en el mar" (Febrero, 2001).